Página
extraída de la revista Zona Central Nro 8 –Marzo 2007
Cuya
directora Matilde Alberto Palazzolo , diseñador Martín Vasquez y
Clives Galvagno en la Compaginación recuerdan con afecto al Director
y amigo Jorge Velloso Colombres que partiera al Padre hace breves
años .
En su oficio
del caminante se manifiesta
Caminar,
en una ciudad que no se conoce es realmente un oficio,incluso lo es
en la ciudad en que uno vive y que cree conocerla, especialmente los
domingos a la mañana, cuando la calle se encuentra desierta.
Dos
experiencias me marcaron a tal punto que el mirar para arriba se
transformó en un hábito para mi.
De
joven, cuando vivía en el barrio de “San Pedro Telmo” en Buenos
Aires y como los Domingos no trabajaba, a la mañana en el café de
la esquina de la Plaza de Mayo, siempre mirando para arriba, lo que
me permitía descubrir el frente de la “Jabonería de Vieytes”,
la reconstrucción de la “Manzana de las Luces”, las excavaciones
detrás del Cabildo, recorrer lentamente la “Catedral” ,sentarme
en un banco junto a la “Pirámide de Mayo”e imaginarme a Perón o
a Evita hablando desde el famoso balcón,avanzaban el recorrido de
los “túneles“del” Fuerte” detrás de la Casa Rosada,ver como
el gobierno hasta llegar al “Viejo Almacén” y al “Bar Unión”,
naturalmente cerrados a esa hora, con la voz de Rivero resonando
continuamente en mis oídos y el piano del “Unión” en silencio.
Los domingos de Buenos Aires a la mañana, como diría Horacio
Ferrer”¿Tienen ese qué se yo,viste”? y caminando me di cuenta
que tiene razón.
Lo
mismo me pasó en París. Estaba sentado en un banco debajo de la
Torre Eifell y de golpe comencé a caminar junto al “Sena”
admirando las florerías, las barcazas, los pintores hasta que crucé
un puente.
Frente
a mi estaba “Notre Dame” y me quedé paralizado mirando desde la
plazoleta el Vitraus y esperando que “Cuasimodo”apareciera. Todo
me parecía irreal,pero yo estaba ahí.
Comence
a caminar como un “zombie” hacia la entrada, hacía más de
quince años que no rezaba. Como un milagro é l coro comenzó a
cantar y la iluminación sólo de velas me hicieron girar para ver
nuevamente el “ vitraus”por donde el sol se filtraba.
“Cuasimodo”no apareció pero algo me impedía seguir caminando y
me arrodillé para rezar.
Hacía
demasiado tiempo que caminaba y también hacía demasiado tiempo que
no hablaba con Dios